Las dos caras de mi máscara

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máscaraA menudo nos encontramos con personas que son exitosas en el trabajo y que han fracasado continuamente en su vida personal. También hay personas que son el «alma de la fiesta» en reuniones sociales y que en casa se muestran apáticas con los de su alrededor. Otras, son personas con un estilo agresivo en su manera de tratar con sus subordinados en el trabajo, y con su pareja no son capaces de tomar ninguna decisión. Hay personas a las que sus amigos definen como cariñosas y, sin embargo, sus hijos a penas han recibido unos pocos abrazos por su parte en toda su vida. Y como estos, seguro que podríais encontrar miles de ejemplos. Pero… ¿cuál es el problema? ¿tenemos doble personalidad? Por supuesto que no. Es increíble, pero resulta un tema muy recurrente en psicoterapia. Yo lo suelo hablar como una cuestión de máscaras.

Hay personas que afirman tener un interior (o su verdadero yo) fascinante, pero que no se atreven o no pueden mostrar, y enseñan todas sus limitaciones. Otras personas tienen miedo de mostrar sus inseguridades, por ello se muestran al mundo como personas totalmente capaces. Ninguna de estas opciones es incorrecta. De hecho, no dejan de ser estrategias que empleamos para desenvolvernos con la máxima eficacia en nuestro día a día. El problema viene cuando creemos que estamos siendo unos impostores o cuando la máscara que enseñamos va en contra de nuestros propios principios.

Cuando me encuentro casos de este estilo, suelo proponer en sesión que pinten una máscara por dentro y por fuera, reflejando todo lo que muestran y todo lo que esconden. Normalmente, trabajamos con estos dos «yo» y con los puntos fuertes y débiles de cada uno. En ocasiones, incluso propongo un diálogo entre ambas partes. Muchas veces, descubrimos que no hay una parte verdadera ni un impostor, sino que hay contextos que nos permiten ser de una manera y otros que no. La tarea que viene después es la de escoger lo que nos gusta y enorgullece de cada cara de la máscara, y lo que no queremos que forme parte de ninguna de las caras. El trabajo duro viene después, cuando hay que poner en marcha las estrategias que poseo en contextos donde no las había utilizado antes.

Creo que es fascinante la capacidad que tenemos las personas de asumir diferentes roles dependiendo del contexto y la persona con quien nos encontremos. También creo que no existe un «verdadero yo» y que los demás son personajes que van saliendo a escena. Sí que creo que hay contextos que nos permiten sacar a la luz nuestra parte más vulnerable, o por el contrario nuestra parte más fuerte, las que no enseñaríamos a todo el mundo. Lo bonito de los lados de nuestras máscaras es que vivan en sintonía.

Eva Molero

Psicóloga colegiada 20.974

2 comentarios en «Las dos caras de mi máscara»

  1. Normalmente lo mejor es ser uno mismo, comportarse con naturalidad, para no tener que estar siempre simulando, pero a veces las mascaras también son buenas para uno mismo y para los demás, por ejemplo para evitar el dolor a los seres queridos.

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  2. A veces mostramos unas máscaras que no se corresponden con la realidad, que no tienen que ver con nuestro ser auténtico. Y después hay que seguir fingiendo o quitarlas, pero esto último no es fácil porque los demás ya se han acostumbrado a vernos con ellas.

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