El tren de la amistad

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En las últimas semanas, se ha dado la casualidad de que ha surgido el mismo tema de conversación en algunos de mis círculos: con compañeros de trabajo, con amigos y en varias de mis terapias. Resulta que la gente de esos círculos tiene más o menos mi edad. Todos andan por la veintena o principios de la treintena. El tema en cuestión es el de las amistades y los grupos de amigos y, sobretodo, la dificultad de mantenerlos llegados a estas edades.

Imagino que la mayoría de los que lean este post, habrán tenido ese tipo de conversación o habrán pensado en el tema más de una vez. Y es que llegados a estas edades, para la mayoría, todo empieza a cambiar con los amigos. Cuando tienes que compaginar estudios, trabajo, casa, pareja, familia,… los amigos quedan relegados a un segundo (incluso tercer y cuarto) plano, y parece que verse con ellos a veces resulta una obligación. Esa es la postura que toman algunas personas que, lícitamente, han dado prioridad a otros ámbitos de su vida. Pero también existe la otra parte: los que pese a tener que compaginar estudios, trabajo, casa, pareja, familia,… abogan por la amistad y por mantener unos lazos fuertes con sus amigos. Como he dicho, ésta es la otra cara de la moneda, pero son caras no complementarias, con las que los segundos suelen sentir que se les da de lado y llegan a sentir un gran vacío en este ámbito.

Puedo decir que me he visto en ambos lados y, tras mucho reflexionar, me di cuenta de que a veces intentamos mantener vivas amistades que murieron hace tiempo. A veces mantenemos amigos por lo que fueron, por la época que marcaron, por el amor que les tenemos, pero no porque nos llenen. Las personas toman caminos diferentes y crean proyectos de vida diferentes. A veces, tienes la suerte de que algunas personas se suben al tren de tu vida y no se bajan de él; otras veces, algunas personas suben y bajan de ese tren, dependiendo del tramo del camino. Lo que he aprendido en estos años, es que no hay que mantener en nuestro tren a personas que nos complican y nos hacen pesado el camino. Estas personas (por el tiempo y esfuerzo que les dedicamos) no dejan muchas veces que otras se suban y, cuando se bajan, dejan un gran vacío.

Es duro tomar la decisión de que alguien baje de tu tren, como también lo es decidir bajarte del tren de alguien. En ocasiones te sientes frustrado por todos los intentos que hiciste de mantener esa amistad. Otra veces te sientes decepcionado porque esa persona no respondió como esperabas. Sea como sea, es importante quedarse con lo bueno de esa amistad y conocer de qué manera llenó tu vida y aquella época. Los esfuerzos que gastes en lamentarte, emplealos en subirte a otros trenes y explorar otros caminos.

Eva Molero

Psicóloga colegiada 20.974

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