Hoy me siento felicísima de poder compartir con vosotros la experiencia de una paciente con la que he estado trabajando durante los últimos meses. Había pensado en hablar del caso y explicaros un poco cómo fue su evolución, pero pienso que quien mejor puede explicarlo es ella misma, así que aquí os dejo unas palabras que me ha dedicado al final de su proceso terapéutico.
«En primer lugar, debo decir que siempre me consideré una persona bastante independiente, y como tal, pensé que esa capacidad era extrapolable a la hora de gestionar emociones, a la hora de solventar problemas cuya raíz se encuentra en el interior; en definitiva, que podía tener el control de todo en todo momento. Lo que no sabía era que justamente es nuestro interior el que a veces funciona de forma que, hasta que no rozamos casi el extremo, no somos conscientes de que algo no funciona del todo bien.
Un día cualquiera la ansiedad me superó, un día dejé de sentir ser esa persona independiente y resolutiva; hasta el punto de sentirme frustrada por las limitaciones a las que me veía sometida por culpa de la ansiedad. La convicción de que sería imposible atajar este problema por mí misma fue la que me invitó a buscar ayuda, y así lo hice. Y fue gracias a la terapia con Eva que pude entender que la ansiedad no es aquello que un día nos visita porque sí, sino aquello que nace y se alimenta de irregularidades en nuestra vida a las que no prestamos la atención necesaria; yo iba acumulando tensiones que no resolvía, las echaba en un saco que, sin darme cuenta, me cargaba en la espalda, y a medida que acudía a las sesiones, más entendía que ese cúmulo era el responsable, el desencadenante de la ansiedad. Así, poco a poco y gracias a la terapia fui aprendiendo a utilizar la herramienta apropiada para cada problema, y a medida que lo he ido haciendo en este año que hemos trabajado juntas, he ido notando cómo el saco de mi espalda perdía peso; hasta el punto de sentirme liberada.
No solo yo, sino mi círculo más cercano ha notado un cambio que agradezco profundamente a Eva, porque aunque ella me haya dado las herramientas necesarias para poner en orden cosas que antes estaban del revés, la herramienta principal ha sido ella. Sobre todo agradecer que me haya ayudado a ver, a descubrir los elementos que más pesaban dentro del saco, elementos de los que ni yo era consciente al haberlos pasado por alto pero que eran el verdadero problema.
V.»
Un saludo,
Eva Molero