Adiós ansiedad, gracias por tus servicios

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¿Quién no ha sentido ansiedad alguna vez en su vida? Probablemente, si estás leyendo estas líneas es que la ansiedad es un tema que te preocupa, ya sea porque lo vives en primera persona, o alguien cercano la sufre.

Se habla mucho de ansiedad hoy en día, muy vinculada al estrés y a “los tiempos que corren”. Prácticamente todo el mundo sabe reconocer cuándo está sintiendo ansiedad y la particularidad de sus síntomas. Incluso, aquellos con ciertos recursos innatos o adquiridos, tienen algunas (buenas) estrategias para reducir su ansiedad. De hecho, si buscas en Internet, en bibliotecas, o le preguntas prácticamente a cualquiera, encontrarás decenas de remedios para combatir algunos de los síntomas con los que se presenta la ansiedad (físicos, psicológicos, relacionales, etc.). Dependiendo de tu manera de ser y de cómo sea tu ansiedad, descubrirás que algunos remedios te funcionan y otros no. Y es que hay tantas formas de ansiedad como personas que la viven/sufren. Por ello, quizás tu vecino sienta la ansiedad de una manera similar, pero diferente, y utiliza unas estrategias que a ti te funcionan o no.

En la consulta me encuentro con muchas demandas iniciales por ansiedad. Esto quiere decir que acuden diciendo “tengo ansiedad” y, en ocasiones, suelen añadir “y no sé por qué”. Y, aunque parezca rara esa primera afirmación, no lo es. Y es que la ansiedad, a la vez que genera un gran malestar, es un síntoma muy protector. ¿Y, protector de qué? Te preguntarás. Pues protector del propio cuerpo. Si me permites hacer una pequeña reseña histórica, la ansiedad existe desde que existe el ser humano y es parte de un instinto muy primario del mismo. El cuerpo tenía (y tiene) que activarse ante un peligro inmediato –imagínate sino al cavernícola sentado tan tranquilo ante el acecho de un animal… no, tenía que salir corriendo sino quería ser la cena de ese animal, por lo que todo su cuerpo se ponía en acción de inmediato: aumentaba su ritmo cardíaco, el riego sanguíneo se focalizaba sobre todo en la extremidades, etc. ¡La ansiedad del cavernícola le estaba evitando ser la comida de ese animal!

pressure-cooker-197203_640En este sentido hemos evolucionado y, por suerte, no nos acecha ningún león ni nada por el estilo a la vuelta de la esquina. Hoy en día, nuestro peor peligro es el que genera nuestra propia mente. En terapia, me gusta explicar una metáfora que me contaron una vez: la ansiedad como la tapa de una olla a presión. En este símil, la olla contiene el caldo de nuestra vida, nuestras vivencias y emociones. Cuando ese caldo no se está cocinando bien, empieza a hervir demasiado y puede llegar a rebosar, por lo que ponemos una tapa (la ansiedad), y ya no podemos ver el caldo, pese que siga cocinándose mal. El caldo de cada uno es exclusivo, al igual que los ingredientes. Algunos de ellos quizás llevan años formando parte de la receta y hacen que éste tenga un gusto amargo. Pero la ansiedad no nos permite plantearnos nada de eso… Si en ese caldo hay dolor, decepción, frustración, rabia, tristeza,… lo que sea: tu ansiedad lo está tapando.

Por ello, aunque sean necesarias buenas técnicas para combatir la ansiedad, es igualmente necesario estar dispuesto a ver qué hay tras quitar la tapa a la olla. Entonces, entrarán en juego nuevas estrategias para combatir todo aquello que se había tapado.

Eso es lo que le ocurrió a Lucía, una joven que acudió a mi consulta hace más de un año. Tras años conviviendo con su ansiedad y combatiéndola con fármacos y algunas técnicas (controlar la respiración, relajación, control de pensamientos, etc.), conseguimos quitar la tapa de su olla y ver qué había en su caldo. Se empezó a encontrar con emociones, agradables y desagradables, nuevas para ella: estrés, tristeza, miedo, frustración… también ilusión, inquietudes,… Prácticamente, se despidió de su ansiedad. Escribió la siguiente carta para despedirse de su mala y protectora compañera:

 Hola Ansiedad,

Hemos estado juntas mucho tiempo… demasiado quizás. Tomé la determinación de que junto a ti no podría ser feliz. Te he odiado tanto tiempo por el daño que me has hecho… Pero no toda la culpa fue tuya.

Permití que controlaras mi vida y ese fue mi gran error. Ahora apenas nos vemos, y cuando vienes deseo que te vayas de nuevo. Es curioso y contradictorio que me siento extraña sin ti. Me diste un motivo por el que luchar: deshacerme de ti. Y fuiste una excusa para muchas cosas. Ahora mi sentimiento es nuevo para mi pero aún y así, no podemos vivir más juntas.

Te digo ADIÓS con letras mayúsculas. Y yo ya aprenderé a vivir sin ti.

 L.

Por mucho que nos cueste reconocerlo, la mayoría de síntomas psicológicos tienen una función, y la de ansiedad es proteger.

Eva Molero

Psicóloga colegiada 20.974

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